Mientras continúo saboreando los sones melancólicos del Stabat Mater y me viene la imagen de ese rostro de María, que evoca esa soledad sonora de San Juan de la Cruz y que se trasforma en música callada, llega el Sábado Santo con la noche más mágica y existencial del cristiano: La vigilia Pascual.
Aparentemente, el día transcurre sin el bullicio de la
semana, sin el olor a incienso, la música de las bandas, el deambular de la
gente de un sitio para otro…parece que todo llega a su final. Hermano, no es
así. Hoy comienza nuestra razón ser. Todo lo vivido en estos días tiene su
justificación en la resurrección del Hijo de Dios, que dio la vida por
nosotros. Él nos regala en esta noche el gozo de la vida eterna. ¿Quiénes somos
para rechazar tan inmenso regalo? Hoy comienza nuestra auténtica estación de
penitencia de ayuda y consuelo al necesitado, nuestra entrega al prójimo. Hoy
debemos consolidar nuestra alianza para con Dios y nuestros hermanos.
Cristo vive y se nos regala en la Sagrada Eucaristía, en el
banquete dominical y en el amor hacia los hermanos. Nuestra vida de cristianos
y de nazarenos no tendría sentido si Él no hubiera resucitado.
En
esta Noche Santa se celebra la Resurrección que está adornada por el
cumplimiento de todas las profecías y la recuperación vital de
la vida de Jesús para no morir jamás.
Jesucristo murió y al tercer día resucitó, así el cristiano que muere en
Cristo también resucitará al fin de los tiempos. Todo lo
que Jesús dijo e hizo tuvo su significado solamente con su
Resurrección.
Es la
celebración más importante para el cristiano, para el cofrade. Es una cita de
obligado cumplimiento en donde renovamos
los sacramentos de la Iniciación Cristiana.
La liturgia de esa noche es la más bella y completa
del año litúrgico. Cristo se hace presente mediante el cirio pascual tras la
bendición del fuego. La liturgia de la Palabra nos invita a ser testigos del
mensaje salvífico del Antiguo Testamento. Celebramos con gozo la liturgia
bautismal donde renovamos nuestro compromiso como hijos de Dios y por último,
la liturgia de la Eucaristía. Cristo vivo se hace presente en nuestras vidas
hoy y siempre. ¡Cristo vive!
✍️ Antonio José Jimena Molina
📷 Antonio Jesús Hidalgo Campos
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