Se va acercando el final del Jueves Santo y con él, un sordo
paso de cofrades de raso negro se prepara en la iglesia de San Miguel.
Enmudecida, Úbeda abre paso al Cristo de la Buena Muerte que deja tras de sí el
templo que le guarda, despidiéndose con grandísima emoción y solemnidad de los
muros que vieron fallecer a San Juan de la Cruz.
No hay lugar para refugiarse del atronador timbal que
retumba por estrechas calles, ni corazón que no se agite al mirar el rostro de
Cristo. El luto rige el ambiente y el silencio de todos y cada uno de sus
cofrades se hace eco para aquellos que, pese a no recorrer juntos su
penitencia, sean abrumados por el característico vaivén de la Buena Muerte.
Tan solo el tañer de una campanilla acompaña los secos golpes de tambores y timbales para romper ese silencio que muestra el respeto por Aquel que murió para salvarnos a todos. Seguimos con pies descalzos su sacrificio y oramos en nuestro interior para mantenernos a la estela de sus pasos que ahora clavados a la cruz lloramos.
✍️ Miguel Rienda Trillo
📷 Baldo Padilla
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