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DOMINGO DE RESURRECCIÓN. POR FRANCISCO GONZÁLEZ.


Es el día más triste y más alegre al mismo tiempo para el cofrade ubetense. El día en el que se despide el culto en la calle tras un año de trabajo y el día en el que gracias a Jesús Resucitado volvemos a la vida. En este día culmina la Semana Santa. Después de la oblación, de la muerte del Viernes Santo, llega la victoria sobre la muerte, la Resurrección que en este día se conmemora. Previamente la Vigilia Pascual del día anterior y los cohetes de la madrugada nos anuncian que Jesús vive, que la muerte solo fue el preámbulo y que nuestra alma se enciende como el cirio pascual en nuestros corazones por la fuerza viva de un Jesús que separa las rocas de un sepulcro que no puede contener la pujanza de la vida.

El evangelio de Juan nos dice: “El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue a donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo: pero no entró. Llegó también Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos”.

Y desde San Nicolás un pletórico Jesús resucitado anuncia por las calles ubetenses que la vida ha vuelto, que la fe ha derrotado al pesimismo de la muerte y que la reina de la Paz nos conduce con su rama de olivo a la esperanza del verde campo ubetense.
De nuevo Francisco Palma Burgos en una catequesis andante nos infunde ese ánimo para seguir avanzando con Jesús, para trabajar día a día con cada una de nuestras cofradías que nos llevarán en ruedas, sobre hombros, a costal o sobre portadores a otra Semana Santa tan antigua y tan nueva como los ubetenses recreamos año a año.

Sin la Resurrección nada se podría renovar y gracias a que Jesús “resurrexit sicut dixit” y lo podemos ver reflejado en los blancos y puros banderines que portan los cofrades que con inocencia, bondad, serenidad y pureza anuncian el camino a seguir, por eso no estamos solos, no estamos tristes, Cristo vive, Cristo ha resucitado y está entre nosotros.
Y el Domingo de Resurrección ubetense da fe, da testimonio de lo más grande que puede tener el cristiano que es la vuelta a la vida, la renovación de todos los compromisos, el final del camino que vuelve a ser el principio de nuestra existencia.

¡Viva Jesús Resucitado!

✍️ Francisco González Martínez 
📷 Francisco González Martínez 

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